Dedicó años de su vida a demostrar la existencia de los ángeles. Presentó un proyecto en un prestigioso y acaudalado instituto, recibió una beca de investigación y una fecha límite.
No perdió tiempo, trabajó día y noche eligiendo las palabras, encadenando los silogismos. Descartó innumerables bocetos hasta que finalmente pudo formular, en una carilla, la demostración final, su obra maestra.
Cuando llegó el día de la exposición de su argumento, los ángeles estaban allí, sobrevolando las butacas de la sala de conferencias, entonando melodías en una voz etérea y magistral. El hombre, al ver semejante espectáculo, no pudo más que abrir la boca y extender los brazos en dirección a las inesperadas criaturas.
Los evaluadores dieron la demostración por concluida. La presencia de los ángeles volvía innecesarias las inferencias y deducciones, hacía que bastara el simple señalamiento de lo que estaba a la vista de todos. El nombre de nuestro investigador quedó grabado para siempre en la gran historia de la ciencia, pero él abandonó la sala disconforme, como un mago al que la realidad se le adelantara, convirtiendo sus ilusiones en hechos.
Imagen tomada de Unsplash
Brillante!! La contradicción del ser humano; siempre presente. Un cordial saludo.
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Gracias 🙂
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Me ha encantado el texto Franco ! Un abrazo amigo.
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Gracias amiga, un gusto recibir tu comentario!
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La mágica realidad siempre presente en tus textos. Me encanta tu blog 💙
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Gracias por tus lecturas y comentarios, me alegra mucho que hayas disfrutado el texto 🙂
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