El dominio de la locura


Es un error pensar que la locura se quedará sentada en un rincón: su propia naturaleza la impulsa a expandirse. Para lograr esto, no necesita reclamar todo de una vez, no tiene que expresar abiertamente su vocación de dominio. Basta con que exija una pequeña porción que no le corresponda. La cordura, que detesta entrar en conflicto por nimiedades, preferirá ceder ese espacio.

Ahora bien, tanto como odia el conflicto, la cordura ama la coherencia. Entonces, una vez admitida la primera excepción, tendrá que reordenar el conjunto, porque la locura se habrá apoderado de una parte que no le pertenecía y eso obligará a crear un esquema de ajustes y compensaciones que vuelva a establecer el equilibrio perdido. Este esfuerzo de reordenación acabará produciendo un completo sistema de la locura.

Así pues, la locura tan sólo realiza un pequeño gesto inicial y luego deja que la cordura haga el resto del trabajo. Aprovecha para esto la principal debilidad de su adversaria: la sensación de omnipotencia. La pobre cordura no deja de creer que puede acomodar las cosas y la fuerza de su empuje arrastra todo al dominio de la locura.



Imagen tomada de Unsplash


Publicado por Franco Puricelli

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15 comentarios sobre “El dominio de la locura

  1. Me ha parecido una explicación maravillosa de los tiempos que corren en los que parece que todo el mundo se ha vuelto loco. Es la cordura, intentando poner los libros en las estanterías, las zapatillas en el armario y las fotos de vuelta al álbum en orden cronológico.

    Suma a eso que nos cuesta horrores reconocer que nos hemos equivocado… Un cóctel peligroso, ¿verdad?

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  2. Excelente reflexión, totalmente de acuerdo.

    Estamos aprendiendo a la carrera, no queda más remedio, lo tenemos en vivo y en directo.

    La locura tomó el control, y la cordura intenta poner orden librando una batalla que tiene perdida… en el mundo de la locura.

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  3. Leyendo tu escrito se me vienen a la cabeza dos clases de locura, la de don Quijote y la de Donald Trump y similares en la penosa escena mundial. La primera más parece cordura en medio de un mundo tan loco como aquel de los duques y sus inventos y bromas; la segunda me parece la encarnación del mal, sin límites éticos ni empatía, cruel, prepotente y cínica. Las otras locuras, como las de leer o escribir, para otra ocasión.

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