Le concedieron el puesto de encargado de la iluminación. No podía sentirse más honrado y valioso. Antes de asumir sus funciones, le hicieron prometer que no cambiaría el tono ni el lugar de las luminarias y que seguiría comprando los repuestos necesarios al mismo proveedor de siempre.
Su trabajo fue excelente. La ausencia de cambios no pasó inadvertida y por eso decidieron ascenderlo a secretario de fuentes, estatuas y jardines. Prometió conservar las mismas plantas en los mismos lugares, pintar los bancos de los mismos colores, mantener todo exactamente igual.
Nadie pudo señalar ninguna diferencia respecto de la gestión anterior, de modo tal que fue ascendido a director de reformas arquitectónicas. En su discurso de asunción, puso especial énfasis en el carácter innecesario y perjudicial de cualquier reforma concebible. Los aplausos fueron efusivos, no sólo por las palabras, sino también porque el hombre había dado grandes muestras de compromiso en cada tarea que se le había encomendado.
Cuando las garantías otorgadas por él a lo largo de los años fueron consideradas al fin suficientes, lo nombraron autoridad máxima, presidente absoluto de la institución. Una vez sentado en el sillón presidencial, se sintió a gusto consigo mismo y se maravilló de lo sencillo que le había resultado conquistar el poder.
Imagen tomada de Unsplash
Hola hijo:
Me gusta mucho este texto , me acordar mucho a algunas de mis directoras , hacer pero no cambiar nada . No iba con mi genio 🧞
Para muchos es más fácil así , menos trabajo .
Te admiro y felicito 😘tu mami
Graciela Linares
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🙂
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Que bueno!! seguro que esta basado en hechos reales jajajaja Un abrazo 🐾
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Jaja puede ser 🙂
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