La primera vez sentí miedo, mucho miedo. Cuando empecé entender lo que sucedía, además de miedo sentí tristeza.
La segunda vez volví a sentir miedo y tristeza, pero ahora creía saberlo todo, lo que me hizo sentir compasión y responsabilidad.
La tercera vez sentí rabia y ganas de huir. Tuve la necesidad de maldecir al destino y de tomar distancia.
En la distancia, me di cuenta de que el miedo y la tristeza seguían conmigo, al igual que la rabia y la compasión.
La cuarta vez sentí todo esto y después no sentí más nada. Descubrí que, a pesar de las distintas emociones y palabras, en verdad había sentido todo el tiempo una sola cosa: esperanza.
Imagen tomada de Unsplash

Eso, la esperanza es lo último que se pierde. 💐💐💐
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Gracias 🙂
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Siempre está ahí, ella no se va, la perdemos nosotros cuando desistimos.
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Así es 🙂
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ah, cuesta llegar a la sanadora indiferencia…
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Así es, gracias por tu comentario 🙂
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