Publicado en la revista Encima de la Niebla
Primero la piel se le puso pálida y su rostro quedó bañado en la humedad que brotaba desde los párpados. Después comenzó a agrietarse por la deshidratación. En pocos días, quedó tan sólido y áspero como un pedazo de leña. Sus ojos parecían carozos de durazno secados al sol, pero aún podían verse hilitos de agua cayendo por las hendiduras.
Comenzó a desgranarse de a poco. No dejaba de soltar pequeños fragmentos, como si fueran astillas que se iban amontonando alrededor y que el viento desparramaba impiadosamente.
Perdió la piel y las extremidades, perdió cualquier atisbo de figura humana. Su cuerpo parecía una vieja roca volcánica. Pero seguía llorando.
Finalmente, después de semanas y meses, ya no fue capaz de mantener reunidas todas sus partes. Se desmoronó. Miles de pedacitos de una materia dura y ennegrecida cayeron al suelo junto con la última gota salada.
Tenebroso texto, pero muy bien descrito, claro queda la duda, ¿de donde salió la última gota salada?. Misterio.
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Buena pregunta 🙂 saludos y gracias por leer y comentar!
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Triiiiste. Me gustó
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Conmovedor. Saludos
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Gracias!
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Tal vez así lloremos o no, de todo lo que nos pasa, igualmente llegará nuestro momento de caernos hechos trizas. Debe de ser inevitable.
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Así es, gracias por tu lectura y comentario!
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Me parece una pequeña obra de arte.
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Muchísimas gracias, me alegra que te haya gustado
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No sé qué decir. !Me encanta!
Un saludo
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Gracias!!
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Excelente texto descriptivo. Felicitaciones Franco. Mis saludos
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Gracias Estela, un saludo!
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